viernes, 4 de diciembre de 2009

The Paper-Steel Dream (I)

El Sueño del Acero de Papel

Era un frío invierno y estaba hecho una bola bajo una manta y sin saber como, me quedé dormido y tuve un sueño.

El sueño era en un país de fantasía, de esos donde los colores son más brillantes, hay castillos, damas y caballeros. En él vivía un Rey muy querido por sus súbditos ya que tenía fama de amable y justo, pero también de triste. Su castillo era enorme, pero apenas estaba ocupado por riquezas, ya que a diferencia de otros reyes, no se dedicaba a explotar a su pueblo.

Un buen día una campesina muy hermosa llegó a audiencias:
-Mi Rey, no tengo ni oro ni nada valioso con lo que pueda pagar los impuestos, pues mis tierras llevan años que apenas dan lo justo para sobrevivir.
- No te preocupes mujer, si no tienes riquezas no tienes por qué pagar ningún impuesto.
- Muchas gracias mi señor. Permítame que le obsequie con lo único que puedo darle.
La campesina se metió la mano en la chaqueta y del lado de su corazón sacó algo...
- Con esto nunca volverá a pasar frío.
En su mano ardía un pequeño fuego mágico que no parecía quemarla. Se lo entregó al Rey, que estaba muy emocionado con tan inesperado regalo. Decidió colocar el fuego justo al lado de su trono, para poder recordar siempre como alguien que no tenía nada le entregó algo tan valioso.

Y algo maravilloso sucedió: por todo el reino empezaron a florecer las riquezas, como si el calor de ese fuego incitara a las cosechas a crecer, a los artesanos a crear bellos objetos y a los mineros les guiara hacia el oro. Y el castillo del Rey se llenó también de vida, riquezas, bellos cuadros, esculturas y tapices.

Con la riqueza llegó también la envidia de los otros reinos, que una y otra vez mandaros sus ejércitos para conquistar tan valiosa tierra. Pero los caballeros del Rey eran valientes y fuertes, y siempre hacían retroceder a los malvados.

Un buen día el Rey, que ya era feliz, estaba sentado en su trono, y en el reino se levantó una tormenta con rayos y truenos. El Rey quería disfrutar de ella y se dirigió a abrir un ventanal, pero entonces escuchó una voz salir del fuego que estaba a su lado:
- No lo abras, me dan miedo las tormentas.
El Rey no hizo caso, ¿cómo iba a hacer caso a un fuego que habla? Entonces el fuego intentó detenerle, y al agarrarle del brazo derecho le hizo una quemadura sin quererlo. El Rey, enfadado, estaba ahora más decidido que nunca, y de un fuerte golpe abrió el ventanal. Pero cuando se dio la vuelta para jactarse de su victoria ante el fuego, este ya no estaba. No sabía como ni a donde había ido, pero ya no estaba allí.

Continuará…

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